Espacio cultural

¿Y si pudiéramos desarrollarnos libremente?

Los magros presupuestos públicos impiden la producción, circulación y disfrute de bienes y espacios culturales y educativos por las grandes mayorías. La cultura, en nuestras ciudades, suele ser un ámbito de consumo excluyente, ligado a la lógica del lucro, o al turismo, y no a la generación y difusión libre de saberes y expresiones. Las bibliotecas populares, centros culturales, cines, los teatros independientes y municipales, las compañías de danza, las escuelas de música y los centros de educación de adultos se encuentran hoy a menudo en una situación precaria, porque el Estado no los promueve. Incluso, en algunos casos, reprime su funcionamiento, a partir de ordenanzas y leyes criminalizadoras, clausuras, o exigencias económicas que obligan al cierre, o a una supervivencia siempre en riesgo.

Por el contrario, la cultura debe entenderse como un derecho humano fundamental y debe financiarse y fomentarse, además de ofrecerse cerca de cada barrio. Los sectores populares deben tener acceso a ella, pero también deben poder participar en su producción. Quienes trabajan en el sector cultural no deberían ser pobres, ni ahora ni en el futuro. Hay que eliminar las barreras de acceso y representar la diversidad social. Queremos cultura para todxs.